miércoles, 6 de agosto de 2008

Catas de Julio 2008. Encuentros, tropiezos y desencuentros.

A continuación, voy a resumirles buena parte de lo que ha pasado por mi escaner napial en éste caluroso mes que va terminando. Prescindiré, como es costumbre de la casa, de añadir demasiada prosa pretenciosa. Si quieren un consejo para entretener la canícula compren un buen libro y una palangana para poner los pies en remojo mientras lo leen.


El lunes 14, acudimos a una cata de aguas organizada por Enoduero, la Asociación de Enólogos de la Ribera del Duero. Bravo por los que han impulsado este colectivo. Es un buen principio. Cuando las personas se reunen en torno a una actividad común se fomentan los lazos y se genera confianza para alumbrar el debate entre los integrantes. Si algún enólogo ribereño tropieza con mi blog para debatir asuntos relacionados, le lanzo un mensaje para que lo piense: Homogeneidad en la calidad sí, pero más variedad en las elaboraciones. Osadas licencias a parte, gracias desde aquí a Angel Luis Margüello y gracias y enhorabuena a todos por el buen ambiente que respiramos en su compañía.


La cita quedó un poco coja por algún problemilla técnico. Pero el único criticable fue que algunas copas tenían cierto tufillo -se identificó- a cartón húmedo. No importó demasiado, porque el conjunto de fatalidades rompió la máscara de la formalidad que tanto nos fastidia a veces en los pueblos. En definitiva, hubo feeling (buen rollo, cachondeito). Además el Dr. Antoni Borrell Azlor, Gerente del Laboratorio Dr. Oliver Rodés, demostró ser un conferenciante cojonudo. Catamos un total de diez aguas: Bezoya, Solán de Cabras, Vichy Catalán -mi favorita, siempre-, Acuarel Las Jaras, San Joaquín, Vilajuïga, Monte Pinos, VOSS y Clavar Diamond. Las sensaciones que me transmitieron fueron ambiguas. Sin duda la cantidad de miligramos de residuo seco (sales) influye en la percepción en boca. Y hasta cierto punto se puede percibir en nariz la frescura de alguna de ellas. Sin embargo, no diferencié demasiado entre la noruega VOSS y nuestra segoviana Bezoya. Ambas son águas de mineralización muy débil, que dejan la sensación de sabor en la boca, parecida al gusto metálico. De todos modos, espero acumular más experiencia en este tipo de catas para opinar con más criterio.

El lunes 21 nos reunimos otro grupo de catadores para almorzar unas chuletillas de lechazo a la parrilla en el chalé de nuestro anfitrión-sumiller Alejandro. Antes de volverlas a cenar nos congregamos para realizar una minicata de doce vinos. En primer lugar catamos Solar de la Vega Vendimia Seleccionada 2006. Un vino de viura y verdejo que presume de una gran luminosidad con reflejos verdosos, pero que no brilla en absoluto en la nariz, cortito en peras, alguna flor blanca perdida en la niebla, notas sintomáticas de evolución y recuerdos a herrumbre. En boca hubo un poco más de justicia acreditando cierto nervio y volumen. Sube cálido por retronasal y se posiciona con un postgusto persistente. Puede resultar agradable a los que padecen de anosmia. Perdón por la crueldad. Le siguió un Carrasviñas, vino espumoso brut. Es un verdejo de Rueda del que me falta información como añada y degolle. Como el anterior está mejor en boca que en nariz. No pasa de una tímida corrección y sólo bailaría con esta botella una vez, por el mismo motivo.

Con el gaznate algo desilusionado llegó la botella que había aportado yo. Era un Protos Roble 2002. Nuestra señera marca ribereña llegó a modo de experimento. Quería ver la reacción de los catadores. El caballero mostraba sus miserias con bastante orgullo vista la deshonra de las damas blancas que le precedieron en su entrada a la taberna “La Garganta del Ganso”. Viejo, con la frente inclinada, vestía una capa caída, hasta abajo, que lo cubría todo, pero no abrigaba nada. Desprendía un cierto aroma a tostadillo, pero prefería su compañía al tufo de verdura cocida que se escapaba cada vez que se abría la puerta de aquel antro infernal. Se dirigió a mí, su aliento olía a quina San Clemete. Me invitaba a tomar un trago. Ya en el interior me sirvieron un líquido sedoso, que contenía cierta acidez y que persistía en la boca durante largo tiempo. Resolví que aquel brebaje cálido era muy bebible. Aquello me envalentonó. Pregunté al viejo qué le había pasado. El viejo me respondió con honestidad: “Guardé mi juventud junto la fruta fresca, escondidas en el fondo del sótano”.

¿Les dije que no iba a añadir prosa pretenciosa? Queridos lectores, les tomaba el pelo. Como comprenderán, guardo mucho cariño a esta bodega.

Luego catamos un Villacampa del Marqués 2005, tempranillo, 12 m.b., se sirvió caliente y se comportó cerrado. Todos coincidimos que podría ser buen vino si no se hubieran confabulado ambos factores para jodernos. Dornia 2006, prieto picudo con 9 m.b., de Dominio dos Tares es un vino que escupe modernidad. Capa altísima, con un color espectacular. En nariz aromas minerales y herbáceos: tierra y raspón. En boca agresivo. Primero explota, seguidamente implosiona para luego perderse cuanto antes en la distancia, despidiéndose con pequeños fuegos de artificio. Antes te ha dejado la lengua como una lija y después te compensa tanto sufrimiento con una interesante retronasal. Nada que ver con el Cumal.

Con la boca algo traumatizada atacamos otro prieto picudo de León: Leione (¿añada?) de 9 m.b. Otro vino de capa alta con precioso color rojo picota y ribetes cardenalicios. En nariz matorral, torrefactos, vainilla, algo de alcohol y en conjunto complejo. En boca amplio, carnoso y persistente. Madera integrada, probando el potencial de la variedad, rica en polifenoles. Sin embargo, al tercer trago se te hace secante, empalagoso, con un tanino un tanto descontrolado. Un caldo ideal para lameruzos.

Bajamos a Toro para probar un Vetus 2004, con 12 m.b. De nuevo una capa densa, color picota con ribetes amoratados. En nariz corto, algo tímido. Mucho alcohol y olor a reducción. Fondo con fruta negra pasificada y torefactos volátiles. En boca amplio, explosivo, pastoso, pastoso, pastoso. Cambiamos de continente y de contenido. AR Guentota 2004, Malbec de Mendoza, Argentina. Según la etiqueta con 12 m.b. nueva. De nuevo un vino denso. En nariz suben rápido los tostados y toques de cuero. Profundizando encontramos algo de fruta negra. En boca acidez y tanino presente pero mal integrado. Persitencia y sensación secante muy prolongada. Muy cálido en retronasal con algo de fruta.

De nuevo en la península, nos encontramos con un D.O. Rioja: Viña Herminia Reserva 1999. Coupage de 85/15 de tempranillo y garnacha. Capa media, ribetes ya casi tejas. En nariz cueros, tostados y notas quinadas. Recuerdo a tierra quemada. En boca ataque acídulo, que mantiene cierta carnosidad. Persistencia agradable y retronasal algo cálida. ¿Quién tuvo retuvo? ¿O es un vino que ha ganado por evolución natural?

Vuelta a Toro. Viñalcasta Reserva 2003 (14 m.b.) con corazón típico de toro viejo y alma de cordero joven. En nariz fruta negra (¿mora?), madera presente en forma de tostados y humo, algo de cuero y tinta china. Marca el compás un ritmo cálido. En boca potente, estructura bien integrada, con sensaciones armónicas que no dibujan monotonía. Entrada ligeramente secante, que se suaviza con taninos amables, aptos para ser limpiados por la propia saliva y que no okupan la boca con intención de vivir para siempre.

Por último, Mayte de "Cepas y Bodegas" nos presentó un vino que aún no ha salido al mercado. Posiblemente se llame Superclub 2004, de la D.O. Ribera del Duero. Nos explicó que las uvas fueron vendimiadas con nocturnidad y alevosía en los viñedos propios que poseen en La Horra, con la intención de conservar los aromas a frutas y la acidez. El resultado, un vino rojo cereza de capa media con ribetes granates. En nariz algo de cuero sobre fondo de guindas e licor. Notas torrefactas y aroma a caja de puros se expresan con una intensidad media. En boca cojonudo. Amplio, carnoso, con persistencia admirable. En retronasal tan complejo como por delante, con el regaliz típico de la tempranillo. Un grata elaboración que recupera la esencia de los viejos vinos de la Ribera.

En breve la última cata que realizamos el mes pasado cerrará este doble artículo.

El Dr. Antoni Borrell Azlor resultó ser un magnífico comunicador.

lunes, 7 de julio de 2008

Conflictos y cambios

Ya hace más de una semana desde la última entrada. Me he demorado demasiado para cerrar este doble artículo. Pido a mis lectores/as disculpas por omitir su interés y dedicarme otras distracciones más mundanas (si también en éstas se incluye el trabajo). Me dispongo de nuevo a obsequiarles con mi tiempo para que ustedes, si gustan, compartan el suyo leyéndome. La conciencia en ocasiones es esquiva, se recluye en la mente. Y ahora deseo que se libere.


Poco después del encuentro con André partiríamos a Barajas para cojer el puente aéreo a Barcelona. Saldríamos de Peñafiel a las 4 de la madrugada. Con más sueño que un perro pequeño me limpio las legañas dándome una buena ducha. Sacudo pronto la humedad del cuerpo y me relamo el bigote. Nuestra próxima aventura nos llevaría a San Sadurní d'Anoia, la capital del cava, invitados por la bodega Raventós i Blanc. Guau! En barcelona nos espera Sergio con un autobús que nos trasladaría a la bodega.

Aunque la idea necesaria de su fundación se demoró durante algunos años (sus inicios se remontan a 1986) la Bodega Raventós i Blanc da para escribir un libro. Es la historia irresoluta de Can Codorníu, que tampoco se libró de cambios ni de conflictos en el transcurrir de sus generaciones. La historia del hereu (heredero) que llevaba funcionando en la sociedad rural catalana desde los tiempos sin memoria.

L' hereu, por manejos del azar, gozaba de los derechos patrimoniales y asumía la mayor responsabilidad de conducir el clan. En Can Codorníu la figura jurídica-patrimonial del hereu desapareció en 1927, dando paso a lo que conocemos por la actual Codonríu Sociedad Anónima accionarial. En Raventós i Blanc se conserva el espírutu del hereu en el viejo roble que da la bienvenida no sólo a los que llegamos a su bodega, también a los visitantes de la bodega prima-hermana que se sitúa enfrente, la de Codorníu. Pero la filosofía y el concepto del hereu ha traspasado los muros de la casa parial para cruzar la carretera que lleva a San Sadurni y por último trascender en la moderna bodega y viñedos propios que la rodean.

Resumo lo más reseñable. Después de un consistente almuerzo, recorrimos los viñedos y disfrutamos de unas excelentes vistas, con el Montserrat al fondo. Sergio nos guío entre las 44 parcelas y nos explicó las prácticas sobre el viñedo, así como el compromiso de la bodega para ejercitar una agricultura sostenible. El control sobre todo el ciclo se hace más sencillo aplicando el modelo del Château francés: únicamente se elabora con los frutos de las viñas que rodean la bodega. Todo el viñedo es observable desde el mirador de la torre que engalana como una tilde el bello paisaje. El respeto por su suelo le ha valido a Raventós i Blanc la Certificación de Producción Integrada para su viñedo (Febrero de 2008).

Tras la exploración guiada, regresamos al edificio para catar varios cavas y vinos. Para mi desgracia Elisabet no acudió al acto. El grupo entretenido en las libaciones no lo sintió tanto como yo. Pero he de decir que el cava Elisabet de Raventós ha pasado al exclusivo grupo de los vinos que brillan por su ausencia, y aquí nunca mejor dicho. Pero contrariamente a lo que les pasa a muchos de los super-vinos con el don de la ubicuidad y de la invisibilidad, Elisabet mantiene una estupenda relación calidad-precio. Si encuentran ustedes, mis lectores, alguna botella de Elisabet no la compren: ¡secuéstrenla! Es lo que ha de hacerse cuando un rey atesora en su palacio una princesa tan hermosa. Si el tendero-tabernero le sorprende en plena hazaña y se pone flamenco, recuerdele aquella anécdota de Helena y Paris, implore al gañán para que sea comprensivo. Si el tendero-tabernero le dice que prefiere las tragedias de Esquilo a los relatos épicos de Homero, a todo esto, blandiendo un cuchillo jamonero, corran, ¡corran!, que ancha es Castilla.

Entre los vinos catados he de recordar varios. Isabel la Negra 2005, un tinto 80/20 cabernet sauvignon/monastrell, que me sorprendió aunque no me entusiasmó, por su atipicidad, no encajaba bien en mi nariz. La fuerza de la costumbre me impide apreciar todos aquellos matices sorprendentes, expresados en el aire con rotundidad. La Rosa y Silencis 2007 ya me era bien conocidos, por lo que más grato fue mi primer encuentro con el Perfum de vi blanc 2007, un artificio de macabeu (viura) y muscat (moscatel de grano menudo) que responde con delicadeza a la llamada de los neófitos que se interesan por la variedad o por el vino en general. Porque este es un blanco aromático, muy floral, mostrando explosivamente lo mejor de la muscat en la nariz. Y en la boca viene la macabeo para aportar a la estructura acidez, amplitud y final algo cálido, pero que viene bastante bien para dar aliento al jardín que luce esplendoroso en la retronasal. Recomendable para los que viven rodeados de gris hormigón.

Aunque también degustamos el Gran Reserva de la Finca 2003, me quedo con L´hereu Reserva brut 2006. Fué el primero que catamos y tomé nota haciéndole una reseña bastante larga. La voy a resumir en un recuerdo. Recién desembarcamos en el Prat de Barcelona, acostumbrado al olor de la meseta interior, lo primero que apreció mi nariz es que nos encontrabamos cerca del mar. Al poco la pituiraria se acomodó a este nuevo aroma hasta que se hizo imperceptible. Y vino el espíritu de L'hereu a traérmelo de nuevo a mi primera copa. Siempre que quiera recordar intensamente aquel magnífico viaje recurriré a L'hereu. Porque su espíritu se encuentra no sólo en el roble, las instalaciones, los documentos antiguos, el terroir, la labor en el campo,... También se encuentra en sus botellas, pero sobre todo en el factor humano. Todo el personal de la bodega nos hizo sentir como en casa, en familia. El protocolo estaba tan bien implementado que en ningún momento nos pareció que existiese. Y mira que nuestro grupo es complejo para estas sofisticaciones. Chapó a la organización. Chapó al arroz y la merluza de Dolores Duque de la que tomó buena nota el cocinero fiel (el espíritu hospitalario del hereu propició el encuentro). Chapó a Joan Amat i Solé, que hiló una agradable e interesante conversación durante la comida. Me dejo algunos nombres por el camino, pero no me puedo olvidar y me quito el sombrero ante Josep Raventós que me dió toda una lección de como administrar el tiempo.


¿Se pensaban que no iba a dedicar este doble artículo? Ha sido un olvido cosciente. La conciencia es caprichosa. La idea del tiempo, los conflictos y los cambios me vino a la cabeza hace tiempo, mientras mantenía una conversación telefónica con Sergio Santorum, miembro de la familia de Raventós i Blanc, compañero de la III Promoción de Sumilleres de la CCV y, sobre todo, amigo. En aquella ocasión me confesaba que no sabía como corresponder tanto cariño recibido durante tanto tiempo compartido. No es para menos. Sergio es una persona que sueña con las rayas de la carretera. Como pasan los hitos. Como los segundos se fugan más allá de la luz, monótonamente, donde la oscuridad lo devora todo. Entre las largas pausas que son sus continuados viajes, disfruta de los momentos agridulces: el encuentro con sus clientes y distribuidores. Y digo disfruta, porque valora el tiempo.


Sergio, CC y CC te están dedicadas a tí y a tu familia (la de Galicia). El cambio que supuso en tu rutina los lunes y los martes de estos seis hermosos meses guárdalos en el haber. Pero que no te suponga conflicto alguno el pensar que nos debes tiempo. Este preciado bien guárdalo para tu familia, bien merecedora de la gracia. Yo también guardaré en la conciencia el tiempo que compartimos.

viernes, 4 de julio de 2008

Cambios y conflictos

Antes de meterme de lleno en el mundo del vino no tenía una meta seria que me motivase profundamente. Comprender la verdadera dimensión a través de grandísimos profesionales como Pascual Herrera, Jose Carlos Álvarez, Henar Puente, Manuel López Alejandre, Bartolomé Sanchez y otros, me ha ayudado a fijarme nuevas metas a corto, medio y largo plazo. Su pasión por el medio que aman y la infinidad de aspectos que guarda en sus entrañas me ha suscitado un enorme interés. Todo esto suena muy bien si quisiera que un Head-Hunter (cazador de talentos) topase con mi blog para ofertarme un buen trabajo.



Pero mi actual trabajo me gusta y últimamente me da que pensar en el esfuerzo que implica seguir enganchado a la locomotora. El tren que recorre las ferias, las bodegas y los viñedos del mundo a veces va demasiado deprisa y no hace paradas para pisar tierra firme. Ahora necesitaría que alguien que hubiera pasado un trago parecido me contara su experiencia para tomar una decisión rápida. También me queda mi gran amigo Jose María, el chico del Perozo, que siempre consigue encauzar mi neurastemia.


El tiempo. El tiempo es lo más preciado del ser humano y su gestión casi siempre genera conflictos, por su naturaleza continua y cambiante. Además es su única posesión, y no sabe nunca cuánto tiene, cual es el debe ni el haber. El tiempo se puede dedicar a las personas, al conocimieto, al hedonismo, a ganarse el pan,..., pero no hay mayor placer que matar el tiempo. Esta actitud requiere únicamente tiempo para su contemplación, como pasa y lo que pasa. Parar para verlo marchar y contemplar su belleza y valor.

Ahora tengo que pensar que debo sacrificar. Tengo claro que debo ver marchar a mis compañeros de aventura etílica, y recordar su amistad tan repleta de momentos agradables. Mi obligación es guardarlos en el haber, recordándoles en los discursos de la conciencia, y nunca reclamar el debe. Pues a las personas que nos vieron partir desde el andén, sólo a ellas les corresponde esta exigencia. Compañeros del alma (con el perdón de terceros), gracias por el viaje.



El fin de semana fue muy gratificante. No sólo para la conciencia, que se demostró que podía ofrecer algo de él al mundo, también dejó buen sabor de boca a los sesenta y tantos asistentes que por curiosidad y sobre todo por amistad, se animaron a asistir al bautizo. Pero claro, con caldos y platos como los ofrecidos era más fácil. La cociencia no es modesta.


Agradezco a Julien el esfuerzo para madarme a tiempo el Chassagne-Montrachet 2006 de Domaine Bernard Moreau et Fils tras el desastre con el H. Boillot. El vino se mostró cerrado en las dos primeras sesiones. Los sacamos a 10º C cinco minutos antes, con una temperatura ambiente de 22-23º C, los oxigenamos al 100% en el decantador. Pretendía preservarlo en corto plazo para servirlo en copa aún fresco. Sin embargo, la madera no dejaba ver más allá. Sólo al final de la cena se vislumbraba entre la vainilla muy subida algo de minerales y flores. En la última sesión se me ocurrió bajarlos a 8º C y oxigenarlos unos 25 minutos antes. La cosa cambió. El borgoña se expresó más elegante en nariz, algo corto aún pero de mayor complejidad, con mantequilla y fruta. Pero lo interesante en que en todas las sesiones el chardonnay estuvo magnífico en boca. Amplia, abundante, con una acidez intensa pero muy agradable.


El domingo asistí a la Feria del Ajo de Portillo. En Valladolid, aquel pueblo que se asoma al Duero y vigila la entrada de la Tierra de Pinares, la de los concejos del sur. Mi tierra. Fuí solo y me divertí mucho. Compré cinco ristras de ajo, Y Gustavo hizo de anfitrión paseándome por delante de tenderetes de productos típicos y artesanales. Entre los héroes que ofertaban sus maravillas en la fortaleza portillana estaba una elaboradora tan atípica como su vino. Fué un placer charlar con ella y que me contara su historia. Pronto le dedicaré una reseña (artículo breve). Los ajos llegaron a tiempo para alejar fantasmas del pasado y vislumbrar el ilusionate futuro. Las ristras fueron sin duda determinantes en la victoria de España sobre los teutones. Abrimos una botella de Dönhoff Riesling Trocken 2006, del Nahe, para celebrarlo con mi amigo y vecino Mauro, de Villa Bobillo. Mauro la dió buen remate enfrentándose a un guiso de cangrejos de río. Su satisfacción me conmovió. Si es que al final resulta que yo soy un buen tabernero. Si no que le pregunten a Ana, que descubrió que no es que repudiara el vino. El problema es que no había conocido a Maximin, Maximin Grünhaus-Schubert'che, Abtsberg Riesling Kabinett 2005, del Ruwer. En adelante MGS, como uno de mis videojuegos faforitos, Metal Gear Solid, desde que cayó en mis manos por primera vez en la consola de 8 bits, el añorado estándar MSX.


El lunes, con la resaca, por pura casualidad me encontré con otro alemán universal. El milagro lo inspiró la Virgen del Henar, pero lo obró mi compañera de camino, Rebeca. Me disponía a ejercitar mi deporte favorito, que practico el único día en que descanso: el Sillón-ball. Consiste en dormitar en el orejero mientras los programas televisivos de la tarde acompañan la desidia, la hace más evidente. Mato el tiempo espatarrado y a veces me arrasco abajo para comprobar mi masculinidad. Es un lujo. Rebeca truncó el plan vespertino. Me dijo que iba a entrevistar a un tal André Dominé, crítico de vinos, que si lo conocía. El nombre me espabiló. Primero me vino a la mente André Guidè, pero este estaba fiambre. De pronto recordé El libro gordo de Petete, es decir, el tocho rojo que utilizo para hacerme una idea general pero bastante completa de la región vitivinícola que deseo conocer. Eso es! el cordinador de una de las obras más completas para cultivar las mentes de los iniciados estaba en las bodegas Emina, de Valbuena de Duero. Claro que lo conocía! Quién no iba a conocer al artífice de "El Vino", de la Editorial Koneman? el mejor libro calidad-precio que uno se puede encontrar por menos de 35 Aurelios. Pues parece ser que hay mucha gente que desconoce esta obra, que no entiende el derroche inestimable en la encuadernación y en cuidar su aspecto y contenido. André me confesó, con la humildad del filántropo, que ganó muy poco con él.


No estaría de más que hubiese asistido más gente que hubiera agradecido, como yo hice, al señor Dominé su compromiso real por acercar la cultura relacionada con el vino al gran público. También, podrían haber asistido algún bodeguero de la competencia para mostrar respeto a Carlos Moro, un elaborador riguroso, exigene, audaz, pero sobre todo comprometido. Que acepta las realidades de nuestra tierra meseteña. Pero no pierde la esperanza. Ejecuta actividades culturales y lucha por despertar las conciencias dormidas, invadidas por la desidia, despatarradas en un trono con orejas.


Mi amigo Carlos Moro es el espíritu comunero de la Ribera. Si dispusiera de los fondos de Carlos V, otro alemán rodeado de flamencos, el señor Moro convertiría la Utopía en un proyecto social real en la estepa castellana. Sólo le faltaría que hiciese más vinos de los que me gustan, como el Emina más básico, en los que aún puedo apreciar fruta con nitidez y no se me hacen tan ásperos, para que convirtiese esta entrada en un panegírico. Reconozco que sigo sin poder apreciar la roblina de los vinos más elegantes y estructurados. Quizás cuando tenga unas canas a mayores...


Lo que sí me ha ayudado a apreciar, la cata a la que fuí invitado para acompañar a André, es el licor de hierbas. Los espirituosos en general no me chiflan, pero los aguardientes y licores de hierbas en particular, bébanse ruaviejas o afiladores, me producen sinceras arcadas. En el caso del Esdor de hierbas que elaboran en una nave anexa he de decir que me gustó. No me pareció demasiado ardiente, y las hierbas que le añaden son afines a mi olfato. Tomillo, hierbabuena, romero, son los aromas con los que me relaciono en mi hábitat y encontrarlos juntos, y de una manera tan intensa, me hace encariñarme con esta grata sorpresa.

Dedicaré otra reseña al encuentro con André Dominé. Sirva ésto como anticipo. Antes la segunda parte de "Cambios y coflictos" cerrará este extenso artículo.



Momentos de la cata-maridaje en El Henar.

Derecha: Mi amigo Teje, fiel lector de la conciencia, disfrutando La Rosa de Raventós i Blanc.

Abajo: Chef "Titas" dándose un baño de gloria.